DEJAR EL JUEGO ADULTERADO DE LA RESPONSABILIDAD
Empezamos viviendo la vida como un
conjunto de posibilidades de jugar a esto o a lo otro, cuando nos cansábamos de
un juego determinado cambiábamos sus reglas o simplemente buscábamos uno nuevo.
Luego, sin percatarnos, nuestra educación nos fue metiendo en el juego de los
adultos llamado responsabilidad, que básicamente consiste en mantener las cosas
como están: ¡Y claro! el juego se volvió monótono. Este juego tiene una regla
muy curiosa que no existe en los juegos de los niños: se llama a sí mismo
realidad y descalifica al resto de lo lúdico con el nombre de "juegos de
niños". En el fondo es como un juego adulterado, pues no permite cambiar
las reglas y además no hace felices a los jugadores: es el adulterio de la
inocencia.
Para recodarnos que, a pesar de todo, no es
más que un juego debemos permitir a nuestro niño interior observar a nuestro
adulto doblegado por el peso de unas reglas despiadadas. Su mirada inocente, a
salvo de las "responsabilidades", nos dará la perspectiva necesaria
para encontrar la salida a "esto es lo que hay".
Una vida
feliz requiere de la posibilidad de poder cambiar las normas de nuestro
juego, de sentir nuestra libertad a cada paso. Para lograrlo hemos de terminar
con el adulterio que supone un sentido
del deber que va en contra de lo que sentimos en nuestro corazón. Querido
lector, mírate en el espejo de tu inocencia, reconoce la carga que doblega tu
dignidad como ser humano libre y empieza a aligerarla. Poco a poco, irás
reconociendo tu vida como un juego y podrás ir decidiendo qué reglas son las
que alegran tu corazón. Cuando tus pasos ya sean ligeros y tu andar vuelva a
ser erguido como el del niño que aún vive en ti, podrás dejar de mirar al suelo
de tus problemas y empezar a otear el horizonte de tus sueños: tu adulterio
habrá terminado y ante ti encontrarás juegos con los que ser felices y regalar
tu alegría a los demás ¿Empezamos ya la descarga …?
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