Imaginémoslo con un pago que tengamos que hacer, sintamos que el billete que ponemos en otras manos no nos pertenece, ni tampoco a la persona que le llega ... vayamos más lejos, después de haberlo imaginado, con la misma intensidad con la que un niño se cree un personaje cuando juega a serlo, hagámoslo realidad: paguemos con la conciencia de que el dinero no nos pertenece, ni tampoco al que lo recibe. Al final, pagar y cobrar será algo tan natural y accesible como el inspirar y el expirar; ya no desearemos ser ricos, sino sentirnos abundantes.
Querido lector, ¿te atreves a probarlo hoy? Si lo haces, ya me contarás ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario