Un libro nunca ha de deslumbranos, sino todo lo contrario: despertar en nosotros nuestra propia luz. Para ello es necesario que la presencia del autor no anule la nuestra, impidiéndonos así hacer una lectura creativa, que haga del libro nuestra propia obra. Hemos sido educados para someternos a la autoridad del escritor, si el libro nos gusta, y para denostarla si no es de nuestra cuerda, de nuestros clanes de conocimiento, de cultura, de ideología, de literatura...
Ha llegado el momento de aprender a hacer de la lectura una nueva escritura en nuestro interior, de forma que leer sea el encuentro entre dos escritores. Esta forma de pensar ya empieza a aflorar en ciertas corrientes educativas innovadoras, que ven en el alumno no a un planeta que hay que iluminar, sino a un astro con luz propia. El lector ha de dejar de orbitar a sus escritores favoritos y formar un sistema solar doble con ellos, en definitiva: ha de verse como un astro con luz propia, capaz de recrear con su propia imaginación la obra que lee, hasta el punto de que pueda considerarse co-autor de la misma.
Completamente de acuerdo. El libro ha de ser la llama que encienda la mente y acelere el corazón.
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