¡Qué importa!, pronunciado desde la miradas del corazón nos libera del drama que nos causó la herida, y deja que ésta se sane de forma natural desde nuestra alegría interior. |
DEL “NO ME IMPORTA” AL “ ¡QUÉ IMPORTA …! “, DE LO FALSO A LO AUTÉNTICO
Para saber si me estoy
autoengañando basta con observar si lo que pienso, siento y actúo son una misma
cosa. Es fácil verlo en los demás: lo que alguien está diciendo no se
corresponde con las emociones que muestran su mirada y en general lo que
expresa su cuerpo. Cuando, por ejemplo, decimos "esto no me importa",
hay que examinar el tono de voz con el que lo pronunciamos, veremos como prácticamente
siempre que decimos esta frase la emoción que le acompaña dice lo contrario:
¿qué sentido tiene poner tanto énfasis en algo que no me importa ...?
Desvelar el autoengaño en nuestras vidas es
un paso fundamental para conocernos: no podemos conocernos desde lo no
auténtico. Para afrontar la verdad sobre lo que realmente sentimos hemos de
quitarnos la venda de los juicios, es decir, hemos de aprender a vernos desde
la inocencia. De alguna manera hay que pasar del "no me importa",
fruto de no admitir lo que sentimos, al "¡qué importa ...! " que
representa la intención de no dramatizar lo vivido, es decir de no juzgarnos
por lo hecho, de no juzgar a los demás por lo que nos han hecho, La primera
expresión no admite la herida, la segunda le quita el poder de herirnos a lo
ocurrido, y si no hemos podido evitar ser heridos se convierte en un bálsamo de
curación.
¿Qué te parece, querido lector, empezar a admitir
lo que te duele, y curarte diciendo desde la inocencia: ¡qué importa! ? Para que la frase sea un bálsamo y sane
nuestra herida hay que pronunciarla desde el poder de la Sabiduría de la
Inocencia, elevándonos por encima del suelo de los juicios. Ensáyala hasta que
seas capaz de pronunciarla como auténtica, hasta que lleve la música de tu
propio corazón ...
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