Para ser verdaderamente libre es necesario antes liberar a nuestros deseos de nuestras creencias limitantes y de los estados de necesidad que éstas provocan en nosotros. El camino para conseguirlo pasa por enfrentarnos a la educación que introdujo en nosotros estas creencias y en reeducarnos en abrir el corazón a la vida. En este andar iremos poco a poco acercando la fuente de nuestros deseos a los anhelos de nuestro corazón, esto aclarará nuestro horizonte lo suficiente como para ver en él los sueños que llevan el perfume de nuestra esencia. A medida que caminemos hacia eses sueños iremos notando en nosotros la presencia de unas alas, son las alas de una nueva libertad, la libertad de despegar de aquellas cosas a las que les habíamos cedido nuestro poder y que lejos de hacernos felices negaban nuestro sentir más profundo. Ya no tendremos la necesidad de hacer lo que nos dé la gana, por la sencilla razón de que no necesitaremos ninguna lámpara mágica de los deseos, ¿quién la necesita cuando ya vuela libre ...?
MÁS ALLÁ DE LA LÁMPARA DE ALADINO ...
La auténtica libertad no consiste en
hacer lo que nos dé la gana, sino en ser auténtico. Cumplir deseos que
provengan de los estados de necesidad de nuestro ego nos puede llevar al efecto
Lámpara de Aladino: el último deseo es deshacer los anteriores.
Para ser verdaderamente libre es necesario antes liberar a nuestros deseos de nuestras creencias limitantes y de los estados de necesidad que éstas provocan en nosotros. El camino para conseguirlo pasa por enfrentarnos a la educación que introdujo en nosotros estas creencias y en reeducarnos en abrir el corazón a la vida. En este andar iremos poco a poco acercando la fuente de nuestros deseos a los anhelos de nuestro corazón, esto aclarará nuestro horizonte lo suficiente como para ver en él los sueños que llevan el perfume de nuestra esencia. A medida que caminemos hacia eses sueños iremos notando en nosotros la presencia de unas alas, son las alas de una nueva libertad, la libertad de despegar de aquellas cosas a las que les habíamos cedido nuestro poder y que lejos de hacernos felices negaban nuestro sentir más profundo. Ya no tendremos la necesidad de hacer lo que nos dé la gana, por la sencilla razón de que no necesitaremos ninguna lámpara mágica de los deseos, ¿quién la necesita cuando ya vuela libre ...?
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