DE LAS EMOCIONES DEL EGO A LAS DE NUESTRO CORAZÓN
Hay un
lago en nuestro interior en cuyas aguas se expresan nuestras emociones. Cuando
recibimos una caricia se produce un suave aire sobre él, que riza el agua, su
contemplación nos produce placidez … La atracción por otra persona revoluciona
las aguas, las tiñe de pasión, nuestro mar interior se embravece en todas las
direcciones, parece que su espacio es insuficiente. La muerte de un ser querido
produce un vórtice en forma de sumidero por el que parece marcharse el agua, el
nivel de nuestro lago puede descender hasta hacerlo peligrar, hasta quedarse
sin el fluido en el que puedan vibrar nuestras emociones. Todos estos sucesos
son causados por la resonancia de nuestro ego con lo que acontece fuera, el
agua es movida por causas superficiales, nada sabemos de lo que ocurre en su
fondo, de las semillas que esperan brotar de él.
Pero a
veces sobre las aguas aparece un tallo verde, con sus raíces ancladas en el
fondo oculto a nuestro ego. De forma elegante y pausada recibe la luz del día,
de la vida de fuera, y cuando llega el momento se abre para regalarnos una
flor. Todo el lago se estremece, reconoce en ella el misterio de la tierra que
le sustenta y se pregunta de dónde proviene tanta belleza. Las aguas vibran,
pero ya no por emociones causadas por el ego, sino por el sentir del corazón.
Dos tipos
de emociones con orígenes muy diferentes que terminan en nuestro lago, unas nacidas
en las creencias que estructura nuestro ego, y otras en nuestro corazón, que
traen con ellas el aroma de nuestra verdadera esencia. Las primeras están
impregnadas de la gravedad del mundo de la dualidad, de la división, por eso su
alegría tarde o temprano es contrarrestada por el sufrimiento. “Las flores de
nuestras emociones” no están sujetas a ninguna polaridad, por eso nos dan sin
esperar nada a cambio, expresarlas nos otorgan felicidad, abriendo además
nuestra mente a la sabiduría.
Si las
aguas de nuestro lago están constantemente agitadas por las emociones de un ego
desconectado de nuestro corazón, desempoderado, no van a permitir que las
flores puedan brotar sobre su superficie. Hay que calmarlas buscando la belleza
exterior, que sin duda, tarde o temprano, terminará seduciendo a la nuestra
propia, que buscará el camino entre las aguas para mostrarse a la vida.
¿Qué te
parece, querido lector, hacer brotar en tu lago las flores de las emociones…?
Se dice que si las regalas aumenta el número de las que brotan, debe ser la
magia del corazón…
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