EL ESPEJO DE NUESTRA PROPIA PUREZA
Cuando
recibimos la mirada limpia de un niño sentimos una gran paz interior, nuestro
corazón se abre y nos muestra nuestra propia pureza: estamos más allá de los
juicios. Durante unos instantes habitamos un paraíso, lo más sorprendente es
que lo sentimos como propio, comprendemos entonces que siempre hay una parte
nuestra viviendo en él, es más, tenemos vagos recuerdos de haber sido sus
creadores …
En la
mirada del niño hemos encontrado el espejo mágico que nos recuerda nuestra
verdadera esencia, quedamos extasiados en él, haciendo del instante una
eternidad, recordando que, por increíble que parezca, también somos creadores
de nuestro tiempo.
Tememos
apartar nuestra mirada de sus ojos, perder el paraíso, volvernos a sumergir en
la dualidad de nuestra vida cotidiana y sus juicios. Pero … hay una solución:
hacer de nuestra mirada la de un niño. Ya hemos reconocido nuestra propia
pureza, ahora sólo hemos de aprender a sostenerla en nuestro discurrir diario.
¿Te parece difícil …? Piensa que siempre puedes recurrir al espejo de nuestra
propia pureza: la mirada de un niño.
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Así tal cual lo leo, así lo he experimentado en mi interacción con los niños. Es en su mirada donde descubro ,su intimo sentir en ese mágico instante todas las interrogantes se me revelan , como si ese conocimiento , esa vivencia ,ya hubiera sido vivido por mi.
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