LA SONRISA DEL NIÑO, UN CAMINO A NUESTRA INTEGRIDAD
La sonrisa del niño que fuimos no se marchó
con los átomos que entonces estructuraban nuestro cuerpo, en algún lugar de
nuestra conciencia sigue viva y disponible ¡Pura ciencia! Este claro
conocimiento, ocultado a nuestra mente por el materialismo que hemos vivido,
viene abalado por nuestro sentir cuando al contemplar hoy la sonrisa de un niño
la sentimos como propia.
Los
“Nuevos Paradigmas del Conocimiento” abren la mente a nuestro sentir,
ayudándonos a dejar atrás la separación entre nuestro ser y las creencias que
estructuran nuestro ego. Ya no tendremos que sentirnos separados, divididos por
dentro. Esta fragmentación ha sido la base de todos nuestros miedos y de los
estados de necesidad que han caracterizado nuestras vidas, que a su vez han
sido los causantes de los grandes dramas de la humanidad.
Sólo un
ser humano que se siente fragmentado en su interior puede ser manipulado o
tener deseos de manipular a otros. Sentirnos incompletos no ha llevado a la
necesidad de las religiones, sentirnos culpables nos ha atado a ellas. Ser
íntegro no es una cuestión moral, es simplemente haber logrado la conexión
consciente con nuestro corazón y gozar de sus tres dones: sensibilidad, poder y
sabiduría.
Un humano
íntegro no necesita de reglas éticas ni morales, ni recurrir a un maestro
exterior, pues cuenta con su propia sabiduría. El ego no le supone un estorbo
y, por lo tanto, no necesita meditar
para dejar de ser esclavo de sus deseos. Ha estructurado su ego con creencias
traslúcidas a la luz de su corazón y, así, consigue alimentarlo con su
sabiduría. Sólo desde esta integridad se puede uno sentir el libre creador de
su vida..
Cuando
sentimos nuestra propia inocencia reflejada en la sonrisa de un niño, se
produce en nosotros un fenómeno de integridad, durante unos instantes
experimentamos sus propiedades: nos sentimos sin fragmentación, unidos a
nuestro corazón, con un ego sabio, con lucidez en nuestra mente … en
definitiva, con ganas de jugar la vida, de disfrutarla, de iluminarla con nuestra
alegría. Comprendemos entonces que nuestro niño interior es la clave de la
integridad que buscamos, y que ha estado siempre con nosotros esperando a
mostrarnos cómo recuperar nuestra unidad.
¿Te
acuerdas, querido lector, de esos dibujos animados en los que siempre había
alguien que recibía golpes o sufría accidentes en los que sus dientes, o su
nariz, o sus orejas … se rompían hechos añicos? A mí siempre me sorprendía
verlo en la escena siguiente con su cuerpo íntegro, totalmente reparado, era
algo mágico; sólo la mirada de un niño es capaz de ver en ello algo más que un
recurso cinematográfico, fíjate que esto sólo ocurría en las películas
destinadas a infantes. Realmente, nuestro niño interior sentía que aquello era verdad, lo sabía
gracias a su sabiduría innata. Esos dibujos nos recordaban algo olvidado por
los adultos: la mirada de la inocencia tiene el poder de unir nuestros trozos,
de hacernos seres íntegros.
¿Qué te
parece hablar con tu niño interior y pedirle que te enseñe el camino de la
integridad …? ¡Es tan hermoso volver a sentirse uno!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario